Carlos Capacés

Director

 

 

 

A algunos gustará más que a otros. Y es que en cuestión de música los gustos son y deben ser tan variados como lo son las canciones, sus letras, las notas, los instrumentos, sus cantantes, lo que evocan, lo que inspiran…, pero este extracto de una de las canciones del maestro Sabina (que ya sé que a algunos les gustará más que a otros) y que da título a esta reflexión, no ha dejado de martillear por mi cabeza desde que lo escuché por primera vez.

Como el precio y el valor de un objeto, así se me antoja la similitud entre la cobardía y la valentía. Cada palabra en un extremo de una misma línea que lucha por mantener un equilibrio desplazado, en ocasiones por el antojo, por la percepción, por la presuposición o por la manipulación, en el peor de los casos.

Todos hemos sido valientes alguna vez a lo largo de nuestra vida y todos hemos sido cobardes alguna vez a lo largo de nuestra vida. Pero si hoy tocase hacer un balance final anticipado de la calidad del recorrido de nuestra vida y nos atreviéramos a preguntarnos si hemos sido a lo largo de nuestra vida, más bien valientes o más bien cobardes, ¿cuál sería el resultado?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Valiente se es cuando uno decide en un determinado momento no renunciar a sus convicciones más profundas y a sus valores adquiridos con los años, a pesar de las circunstancias, de las situaciones y de los múltiples escenarios en los que nos ha tocado el papel de actor principal. Valiente se es cuando no hemos renunciado a comportarnos como en su momento decidimos comportarnos. Valiente se es cuando somos capaces de decir lo que hacemos y de hacer lo que decimos. Siempre. Pagando el precio por ello, aunque haya sido caro, muy caro.

Ser cobarde es no poder mirar a los ojos de las personas verdaderamente importantes en tu vida. Cobarde se es cuando nos miramos en el espejo del cuarto de baño por las noches y ya apenas nos reconocemos. Y cuando ya nos da lo mismo no reconocernos. Cobarde se es cuando pretendes convencerte de que la línea que limita tu integridad, es algo más que una longitud sin anchura. Ser cobarde es decidir que vale la pena serlo, porque el precio a pagar y que hacemos pagar a los demás, no nos perturba lo más mínimo.

Valiente lo es aquel que es sincero y transparente con los demás, a pesar de saber que lo que les va a decir no les va a gustar, o no es lo que esperan escuchar.

Ser cobarde es pretender que parezca que otro toma la decisión que uno mismo debería tomar debido a su posición, a su puesto, a su poder o a su autoridad.

Ser valiente es defender a tu equipo de cara al exterior y después, exigir a tu equipo el cumplimiento de su cometido, su misión, sus compromisos y ayudarles a cumplirlos.

Cobarde es quien quiere hacer creer que las ideas y las acciones son patrimonio de quien no las ha tenido o no las ha ejecutado.

Valiente es quien reconoce con alegría, satisfacción y generosidad la aportación y la ayuda recibida, independientemente de dónde venga y de quién venga.

Cobarde es quien inventa situaciones y circunstancias para evitar o provocar juicios inmerecidos.

Ser valiente siempre y nunca cobarde, más que una posibilidad debe ser un propósito. Quizás lo más inteligente es mantenerse en la línea que une la valentía y la sensatez, procurando recordar que la mayoría de personas ya mayores, las que ya han vivido casi la totalidad de su vida y son conscientes de ello, una de las cosas que lamentan es no haber sido más valientes y más arriesgados en su toma de decisiones.

Aunque Sabina nos señala que ser valiente es muy caro, el precio más alto lo pagaremos siendo más cobardes de lo que nos gustaría haber sido y de lo que las personas importantes de nuestra vida desean.